Lluéveme, asoléame.
Mi cuerpo arado por el tuyo ha de volverse un campo donde se siembra uno y se cosechan ciento.
Espérame al otro lado del año: me encontrarás como un relámpago tendido a la orilla del otoño.
Toca mis pechos de yerba. Besa mi vientre, piedra de sacrificios.
En mi ombligo el remolino se aquieta: yo soy el centro fijo que mueve la danza.
Arde, cae en mí: soy la fosa de cal viva que cura los huesos de su pesadumbre.
Muere en mis labios. Nace en mis ojos.
De mi cuerpo brotan imágenes: bebe en esas aguas y recuerda lo que olvidaste al nacer.
Soy la herida que no cicatriza, la pequeña piedra solar: si me rozas, el mundo se incendia.
(Mariposa de Obsidiana, Octavio Paz)
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